A veces “a los vampiros” se les sube demasiado la sangre a la cabeza. Muchas veces vemos cosas sin sentido, como la última ocurrida con la gallega Aida Valiño. Desde este medio siempre hemos criticado duramente la lacra del dopaje, y estamos a favor de que se realicen más y más controles y se castigue duramente a los infractores con suspensiones de por vida, pero hay veces que lo irreal se pasa de la línea.
La triatleta gallega, tras unas temporadas increíbles de arrasar haya por donde ha ido, hizo un parón en su carrera deportiva para ser madre junto con su pareja y otro grandísimo triatleta, Gustavo Rodríguez. Ya va por el segundo año fuera del deporte, sin tener licencia ni durante la pasada temporada 2016 ni durante este 2017. Sin licencia y sin competir, es decir, no solo fuera de la élite, sino totalmente fuera de cualquier tipo de competición.
Nos sorprendía lo que nos contaba. En el día de ayer recibía una visita en su casa para realizar un control antidoping. Y no queda aquí la cosa. Su pareja Gustavo hizo un apunte contando que, estando embaraza, también tuvo que someterse a dos controles de sangre.
Por otra parte tenemos a ciertos triatletas que, incluso estando entrenando y compitiendo a nivel de élite, se han negado a someterse a dichos controles sin justificación, y en estos momentos están compitiendo y ganando carreras como si nada hubiera pasado.
¿Dónde está el límite y a quién hay que perseguir?