Lo primero que hay que tener en consideración es que el rodillo es lo más parecido que existe a una salida “normal” con tu bicicleta. Probablemente el “spinnig”, o las bicicletas de gimnasio, puedan cumplir una parte del entrenamiento y aportarnos una buena dosis de socialización. Pero si lo que buscas es cumplir a la perfección con ese entrenamiento que la niebla, la lluvia o el frio te ha robado, el rodillo es tu medio.
Una consideración fundamental y a la vez estúpida, en el rodillo se suda, mucho. Esto nos hace tener que enfocarlo desde dos puntos de vista. Uno, hay que hidratarse antes, y, sobre todo, durante y después. La otra, hay que vestir apropiadamente. Una cinta en el pelo que recoja el sudor, y una toalla colocada en la zona del manillar para evitar que se encharque el propio manillar y la potencia.
Al igual que nuestras salidas habituales, el trabajo en el rodillo hay que cuantificarlo. La velocidad no es un buen indicador, pues no hay ni aire, ni pendiente, ni fricción con el suelo. Lo mejor sería hacerlo con un potenciómetro, si se escapa de nuestras aspiraciones económicas, un simple pulsómetro puede ser suficiente.
El rodillo es un medio excelente para hacer trabajos técnicos, posturales, de cadencia, de fuerza, y de velocidad. Aprovéchalo. De este modo, añadiendo distintas series se nos hará el entrenamiento más ameno. El orden más adecuado para introducir las series dentro del mismo entrenamiento sería el siguiente: técnica de pedaleo/postural, cadencia/fuerza, y velocidad o series. Antes, lógicamente, un buen calentamiento y después soltar.
Puede resultar aburrido. Guarda para tus sesiones de rodillo tu serie favorita, crea tu lista de reproducción…pero cumple el entrenamiento.
Por último, el rodillo hace ruido. Quizás a tus vecinos o a tu propia familia no les haga mucha gracia oírte pedalear a algunas horas…
Esperamos que con estos sencillos consejos vuestro invierno sea un poco menos pesado. Ya queda menos para el verano…